Hoy nos acompaña Elvira Navarro. Elvira, ha sido editora por un año del sello Caballo de
Troya. Además de escritora, es crítica literaria, articulista de opinión e imparte talleres de
escritura creativa.
Nació en Huelva en un año vital para nuestro país, 1978, justo cuando se aprobó la
Constitución y España entraba en el periodo que se conoce como la Transición.
Quizás por haber nacido en ese momento de transformación: el paso de una dictadura a
una democracia, o tal vez por haber vivido en diferentes extremos de nuestra península:
Huelva, Valencia, el sur de Despeñaperros hasta instalarse definitivamente en Madrid,
hace que Elvira se sienta atraída por la periferia, el espacio intermedio entre dos cosas o
lo no definido.
Pasa que en su obra cuesta diferenciar qué es real y qué no lo es y más cuando ella
misma admite hacer ficción de la biografía, la propia o la ajena, como fue el caso de la
escritora Adelaida García Morales, cuyos últimos días de vida Elvira reconstruyó en una
novela breve publicada en 2016 a partir de una anécdota terrible (de la que os puede
hablar más la propia autora si lo considera oportuno). Pero es que para Elvira las novelas,
la literatura en general, tiene su razón de ser en el conflicto y todos sabemos que en un
conflicto hay varios puntos de vista, diferentes perspectivas que van construyendo un
relato, una realidad. Así es la obra de Elvira Navarro, alejada de la realidad lo suficiente
como para ser otra cosa, cercana a la realidad lo necesario como para poder
confundirnos. Un poco como el mito de la caverna de Platón (sabiendo esto no ha de
extrañaros que sea licenciada en Filosofía).
La obra de Elvira produce incomodidad, esa es la palabra. Ya desde "La ciudad feliz", su
segunda novela publicada en 2009 y por la que recibió el Premio Jaén de novela, nos
deja sentir ese desagrado traducido en un doble conflicto: el de la identidad familiar y el
de la inadaptación social. En su tercera novela, "La trabajadora", publicada en 2014, la
realidad es tan cruel, hace tanto daño que da como resultado dos personajes inestables,
con una frágil salud mental y cuyos deseos incomodan al lector, lo sacuden y lo golpean
tanto como las sucesivas crisis económicas han maltratado a la capa más débil de
nuestra sociedad, los trabajadores.
Lo no definido en la escritura de Elvira tiene algo de irreal, de fantasía oscura. Su libro de
relatos "La isla de los conejos" publicado en 2019 así lo demuestra: la incapacidad de
encontrar un lugar que no tiene pérdida pero que resulta inalcanzable para la
protagonista del relato "París Periferia", la belleza espeluznante de unos conejos blancos
caníbales o el deseo irrefrenable de hacer realidad los mensajes que te envía una vidente
al teléfono móvil. Todos ellos nos invitan a enfrentarnos con lo morboso de nuestra propia
oscuridad, lo que no revelamos al mundo, lo que no decimos. Y de ahí es de donde saca
Elvira el material para sus obras. Pues lo que no se dice es capaz de generar por sí
mismo temor y deseo de saber, incluso una historia completa como es el caso de su
reciente novela "Las voces de Adriana" publicada este mismo año.
Como veis la obra de Elvira no es de lectura fácil, no pretende agradar, solamente busca
estar, existir, reivindicando su derecho a no dejarse absorber por ninguno de los dos
extremos que acorralan a la periferia.
Cristina Sánchez
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