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3 Relatos para Halloween (recopilación de Jesús I. Mateo Candil)

 EL HOMBRE ALTO

27 de agosto de 2016.

Llevamos todo el día caminando junto al río. Era verano y hacía calor, pero el cielo estaba nublado, por lo que aquel bosque de árboles grises tenía un aspecto triste. Además, estábamos cansados y hambrientos.

Cuando llegamos a las ruinas, los monitores ordenaron que nos detuviéramos. Inmediatamente soltamos las mochilas y nos dispusimos a acampar. Echamos un vistazo al lugar. Las ruinas nos parecían muy viejas, y aún se distinguían los contornos de los pasillos y las habitaciones entre la maleza. Algunos postes y vigas de madera sobresalían aquí y allá como las costillas de un esqueleto.

Hicimos una hoguera y nos sentamos alrededor. Por algún motivo, todos hablábamos más bajo de lo habitual. Algunos mirábamos de vez en cuando hacia el bosque, como para comprobar que nadie nos observaba oculto entre los árboles. Comimos unos bocadillos y tostamos nubes de azúcar en la fogata.

Se hizo de noche. Cantamos un poco, pero estábamos demasiado cansados o tal vez inquietos. Parecía que el bosque se comía las canciones, y la música sonaba apagada y algo triste. Andrea, sentada a mi lado, miraba al fuego fijamente.

-          Yo ya he estado aquí -dijo-. Vine una vez con mis padres. Fue raro.

-          ¿Sí? ¿Porqué? -respondí.

-          Mi padre tenía un hermano que murió joven. Yo solo sabía que había muerto ahogado. Esa noche me enteré de que fue cerca de aquí punto en el río. Mi padre quería recordar a su hermano coma traer unas flores a este lugar… esas cosas.

-          ¿Justo en ese lugar?

-          Sí, aquí mismo. Estas son las ruinas del campamento de verano al que venía mi padre con su hermano. Como te puedes imaginar, mi padre estaba muy triste. Plantamos la tienda de campaña ahí detrás. Yo me metí dentro a dormir, pero no podía. Oía hablar a mi padre: contaba historias de cuando acampaba aquí. Dijo que, de noche, cuando los monitores dormían, unos cuántos chicos se escapaban a una isla que estaba en medio del río. Ir allí estaba prohibido, pero ellos cruzaban nadando bajo la luz de la luna y organizaban reuniones secretas. Era la típica historia de padre, pero su tono era cada vez más… chungo.

-          ¿Chungo?

-          Sí, se veía que iba a contar algo malo, algo que ni mi madre sabía. Se me terminó de quitar el sueño. Y entonces mi padre empezó a hablar de la noche en que murió su hermano. Y de un hombre vestido de negro, muy delgado, un hombre sin cara. Así, cómo te lo cuento. Y hablaba totalmente en serio. Le temblaba la voz al contarlo. Mi padre decía que parecía imposible pero que aquel ser era casi tan alto como los árboles. No pudo ser una alucinación, porque todos los chicos lo vieron. Simplemente estaba allí cuando llegaron, de pie entre los árboles, mirándolos desde las cuencas vacías de sus ojos.

-          No puede ser.

-          Te aseguro que creía lo que contaba.

-          ¿Y qué pasó?

-          Corrieron hacía el río, aterrorizados, y empezaron a nadar hacia la orilla. Cuando llegó allí y salió de agua, mi padre comprobó que su hermano se había quedado en la isla. El pobre chaval caminaba hacia los árboles entre los que estaba el hombre alto. Desapareció entre ellos. Mi padre dijo que le llamó y le llamó. Como no se atrevía a regresar nadando a la isla, regresó al campamento y avisó a los monitores. Buscaron a su hermano durante toda la noche y dos días más. Al final, apreció ahogado cinco kilómetros río abajo. Cuando acabó de hablar, mi padre estaba llorando.

-          Uf. Vaya historia. Creo que preferiría no haberla escuchado. Al menos, no esta noche.

-          Lo siento -dijo Andrea-. Bueno, creo que me voy a la tienda de campaña.

Unos minutos después, estábamos todos tumbados dentro de los sacos. Yo no podía dormir. El bosque estaba lleno de ruidos y los pájaros nocturnos ululaban de forma siniestra. Pasó un rato. Algunos compañeros empezaron a roncar y, un poco después, sentí acercarse a alguien.

-          Oye -susurró-. Soy Leo. ¿Te apuntas a un plan secreto?

Leo es el tipo que organiza los mejores planes.

-          Bah, venga, hemos caminado durante todo el día -respondí.

-          Cobardica. Es una aventura genial.

-          Paso.

-          Tienes que venir. Si no, te juro que no te avisaré la próxima vez.

Salí del saco y me calcé las botas.

-          Vale. ¿Dónde vamos? -pregunté con temor.

-          Dicen que hay una isla aquí cerca, en el río. Es un sitio misterioso y que mola un montón. Venga, no seas cagueta. ¿Quieres que todos sepan que tienes miedito?

Y echó a andar entre los árboles en medio de la noche. YO fui detrás porque Leo, creo que ya lo he dicho, es el tipo que organiza los mejores planes.

De verdad.

Los mejores.

 

HIJO, Tomás, Creepypasta. Una investigación de @Pastacreeperx, Madrid: Ediciones SM, 2019, págs.15-19.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL MUÑECO ROBERT

Extractos del expediente “Robert The Doll”, que se conserva en los archivos de la Key West Paranormal Bureau (Floridad, EE.UU)

1896.- Fecha probable de fabricación. Parece que no fue diseñado como juguete, sino como maniquí para el escaparate de una tienda de ropa infantil.

1903.- Key West, Florida, EE.UU. Una criada de la familia regala el muñeco a Eugene, el niño de la casa. Esto extraña a varios miembros del servicio, ya que la sirvienta odia al niño a causa de sus constantes caprichos.

1903.- Eugene se obsesiona con Robert. Como se trata de un muñeco de tamaño real, lo viste con uno de sus trajes de marinero. Lo lleva a todas partes y habla con él. El niño insiste en sentar a Robert a la mesa y en que comparte su cama.

1904.- La madre de Gene sorprende a la criada “practicando la hechicería en el jardín” y la despide.

1904.- Comienza a suceder cosas extrañas en la casa de los Otto: algunos objetos desaparecen, se rompen o cambian de lugar sin motivo aparente. Eugene repite la misma frase: “Ha sido Robert”. Los sirvientes declaran que escuchan a Gene hablar con alguien en su habitación, en mitad de la noche. Se distinguen “perfectamente” dos voces.

1906.- Varios sirvientes se despiden de la casa de los Otto asustados por “sucesos extraños”.

1915.- Por una cara de la señora Otto, sabemos que Robert sigue en poder de Eugene. Resulta extraño, puesto que Eugene debe de tener a esas alturas casi veinticinco años.

1918.- Un fontanero que trabaja en casa de los Otto avisa a la policía. Declara que hay intrusos en la casa. Se supone que no hay nadie allí, pero él escucha pasos y risas infantiles en la planta de arriba. La policía registra el edificio y no encuentra a nadie. El fontanero afirma que ha recorrido algunas habitaciones momentos antes y que hay cosas que han cambiado de sitio. Entre ellas, “ese horrible y enorme muñeco”.

1923.- Eugene Otto hereda la casa familiar. Para inquietud de los vecinos, coloca al muñeco en una silla junto a un ventanal. Algunos vecinos afirman que “mueve la cabeza”, que “sigue a las personas con la mirada” y que a veces abandona el lugar. Hay transeúntes que prefieren evitar la zona.

1933.- Un visitante afirma que ha tomado el té con Eugene Otto en su casa y que ha escuchado ruidos extraños. La explicación fue la esperada: “Ha sido Robert”.

1972.- Eugene Otto aparece muerto en su casa y es enterrado en el cementerio local. Su testamento no menciona el muñeco Robert.

1975.- La señora Myrtle Reuter compara la casa de los Otto. Encuentra allí algunas pertenencias abandonadas. Entre ellas un polvoriento muñeco de gran tamaño. Lo lleva al desván por su “aspecto inquietante”. Enseguida empieza a oír extraños sonidos que vienen de ese lugar.

1979.- La señora Reuter instala cerraduras en la puerta del desván. Afirma que ha encontrado varias veces a Robert en otras habitaciones de la casa. Sigue oyendo ruidos de vez en cuando pero decide no hacer nada.

1995.- La señora Reuter despierta a medianoche y encentra a Robert sentado a los pies de su cama, junto a un cuchillo de grandes dimensiones. Al día siguiente unos operarios del Museo Fort East Martello se llevan a Robert. En los documentos del museo consta: “Motivo de la donación: DESCONOCIDO”.

2018.- El muñeco Robert, algo carcomido, se expone en la actualidad en el citado museo. A menudo, el personal tiene que abrir la vitrina para colocar a Robert en su posición original, pues, inexplicablemente, esta ha cambiado. Muchos declaran que su expresión varía por momentos y, casi a diario, algún visitante del museo afirma que su teléfono se ha apagado de forma extraña justo cuando iba a hacerse un selfie con el “muñeco maldito”. Los empleados aconsejan que, para evitar esos sustos, se pisa permiso a Robert antes de hacer la foto.

 

HIJO, Tomás, Creepypasta. Una investigación de @Pastacreeperx, Madrid: Ediciones SM, 2019, págs.27-33.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

UNA SOLA VEZ

Testimonio recogido en internet

La hija de los vecinos sabe muy bien qué tiene que hacer para que sus padres le hagan caso. Sea la hora que sea, en pleno día o en medio de la noche solo le hace falta gritar:

-          ¡Mamá! ¡Papá! ¡Socorro! ¡Un monstruo! ¡Está aquí!

Y sus padres aparecen corriendo asustados. Y miran bajo la cama y en los armarios.

Y la abrazan y le dan leche caliente. Normalmente, uno de los dos incluso se queda a dormir con ella.

La hija de los vecinos es una chica muy lista. Desde luego que sí. Tanto que empieza a pensar que sus padres exageran, que son unos blandengues. Una noche, después de una de sus “falsas alarmas de monstruos”, se echa a reír.

-Mamá, papá, sois unos miedicas. No sé por qué, pero siempre me creéis.

Los padres la miran un momento en silencio. Al final habla el padre:

 - Siempre te creemos porque a tu hermano, una vez, no lo creímos.

- ¿Hermano? ¿Qué hermano? ¡Yo no tengo hermanos!

- No. Ya no. Duerma, pequeña, duerme.

 

HIJO, Tomás, Creepypasta. Una investigación de @Pastacreeperx, Madrid: Ediciones SM, 2019, págs. 36 y 37.

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